Monday 26 May 2008

El juego de la rana

En este artículo el lector debe imaginar la palabra “wâter” pronunciando claramente la primera letra como una “v” exagerada. El acento circunflejo ayuda a recordarlo.


Aunque la humanidad ha construido wâteres desde el tercer milenio antes de Cristo, el wâter moderno fue inventado en el año 1596 por Sir John Harington, poeta y notable miembro de la corte de Isabel I, de quien era ahijado.

Nadie mostró gran interés por el invento y no fue hasta el siglo XIX que fue popularizado entre la alta sociedad Inglesa gracias a las mejoras ideadas por el fontanero Thomas Crapper (su apellido es una magnífica ironía de la historia, pero no dio origen a la palabra “crap”)

El wâter surgía como montaje indispensable para las casas de las familias nobles más adineradas, que siguiendo el ejemplo de los pioneros se apresuraron (cir, corrieron como cërdas) a instalar el innovador montaje en sus mansiones y palacios.

Por desgracia (o afortunadamente, como luego veremos) el wâter no estuvo exento de los defectos y fallos mecánicos típicos de todo nuevo aparatus o montaje diseñado. Era frecuente que estos montajes se bloqueasen o que la cisterna se estropease causando la inundación del baño.

Por enorme fortuna la creatividad y el ingenio humanos encontraron una solución que fusionaba el aspecto puramente práctico de la prevención con el tradicional espíritu deportivo Británico.

La raíz del problema estaba en el hecho de que uno descubría la avería una vez había utilizado ya el wâter y tiraba de la cadena, encontrándose con la desagradable sorpresa cuando todo el contenido comenzaba a desbordar la taza del wâter dejando el baño como si lo hubiese utilizado una manada de cërdas.

Se desconoce dónde se originó la idea del juego de la rana porque el nuevo deporte se extendió de manera explosiva generalizándose inmediatamente entre la alta sociedad.

El juego partía de la necesidad práctica de comprobar el funcionamiento wâter antes de haberlo utilizado y la solución consistía en tirar una rana por el wâter y tirar de la cadena; si el wâter funcionaba la rana bajaría tranquilamente nadando, mientras que si el sistema estaba averiado el baño simple y llanamente se inundaría con agua y una rana en vez de con agua e inmundicias.

El nuevo deporte exigía una serie de cualidades y se desarrolló un rígido protocolo en torno a él.

En primer lugar, en todos los baños se instaló un montaje para alojar a la rana. De la misma manera que el jabón se coloca en un recipiente específico – la jabonera – la rana se alojaba en una ranera, cir, una jaula pequeña con agua en el fondo para que la rana pudiese chapotear y jugar.

La ranera debía estar preferentemente colocada al lado del wâter, sujeta a la pared, sobre un mueble o en algún soporte decorativo diseñado especialmente para este uso.

Cuando uno necesitaba utilizar el baño entraba, se enfrentaba abiertamente a la situación y procedía. Colocaba un brazo elegantemente detrás de la espalda, avanzaba hacia la ranera, extraía la rana con la otra mano, la tiraba ceremoniosamente por el wâter y rápidamente tiraba de la cadena. Toda la ceremonia debía ser realizada con movimientos a la vez solemnes, distinguidos, refinados y exquisitamente precisos.

En efecto, el deporte debía conjugar su naturaleza aristocrática y formal con la necesidad de una fina eficiencia y rapidez para conseguir tirar de la cadena antes de que la rana tuviese tiempo de saltar fuera de la taza. Era necesario dominar la técnica de lanzar la rana al agua y tirar inmediatamente de la cadena antes de que la rana volviese a la superficie y pudiese escaparse.

Naturalmente, cuando uno necesita utilizar el baño no suele tener tiempo que perder y las virtudes de la templanza y el dominio sobre uno mismo juegan un papel importante. El dominio sobre las emociones es muy importante para evitar que la presión del momento lleve al usuario a actuar con demasiada prisa, calcule mal y fracase en su primer intento.

El precio del fracaso es elevado, pues si la rana consigue escapar el usuario tendrá que perder mucho tiempo persiguiéndola por el baño intentando atraparla para probar de nuevo, pues la ranera contiene exclusivamente una rana.

En condiciones de necesidades fisiológicas urgentes uno no dispone de tanto tiempo, de modo que es más recomendable pararse unos segundos al principio, serenarse, alcanzar el nivel de concentración necesario y proceder de manera distinguida, flemática y precisa.

Por una cuestión de honor e imagen personal no cabe considerar la posibilidad de simplemente proceder a utilizar el baño dejando a la rana suelta – era motivo de gran bochorno dejar la rana suelta admitiendo el estrepitoso fracaso y faltando de tal manera al protocolo.

Las ranas podían ser criadas en los jardines de las grandes casas de campo, o simplemente adquiridas en el caso de residencias urbanas sin espacio verde donde criar ranas.

Por supuesto, el deporte estaba adaptado a todos los usuarios del baño. En el caso de personas mayores de reducida agilidad o personas con algún tipo de discapacidad era el mayordomo quien llevaba a cabo el proceso. El usuario indicaba al mayordomo que entrase en el baño y presidía el proceso observando cómo el mayordomo llevaba a cabo la tarea, tras cuya compleción salía para que el usuario pudiese proceder a utilizar el baño.

Se ha hablado de casos de usuarios que mantenían un mayordomo incompetente expresamente para disfrutar del espectáculo de contemplar cómo perseguía la rana y poder gritar compulsivamente “¡Corre!”

Dominar la técnica del juego de la rana llegó a ser una parte fundamental del proceso de formación de los mejores mayordomos, que lo realizaban con gran virtuosismo; no obstante, en los raros fracasos el usuario del baño siempre podía animar al mayordomo y apoyarle psicológicamente repitiendo enérgicamente “¡Corre!” mientras el mayordomo perseguía a la rana por el baño.

Dado que la mayoría de las personas son diestras es razonable suponer que la mayoría de los usuarios utilizarían su mano derecha para jugar al juego de la rana. La necesidad de tirar de la cadena inmediatamente después del lanzamiento probablemente hiciese más cómodo hacer esta segunda acción con la mano izquierda.

Esto puede ser una explicación de por qué muchos wâteres antiguos tienen la cavidad para el mecanismo de la cadena en el lado izquierdo, al contrario que la mayoría de los wâteres modernos.

Wednesday 7 May 2008

El Rey Salomón

Znachit, el Rey Salomón fue célebre por su inmensa sabidurida y por la manera en la que siempre conseguía resolver situaciones de conflicto de manera equilibrada y justa.

En cierta ocasión sus guardias trajeron ante su presencia a dos mujeres y un bebé, dándose la casualidad de que ambas reclamaban el bebé como suyo. Claramente una debía de estar mintiendo, así que comenzó a pensar su estrategia.

Tras meditar brevemente usando el Método Mayéutico-Dialéctico llegó a la solución. Tenía ambos brazos posados majestuosamente sobre los apoyabrazos del trono, así que levantó levemente el derecho y, manteniendo el dedo índice extendido, señalando, hizo que la mano temblara de manera rítmica girando sobre el eje de la muñeca.

Señaló con este gesto imperioso al guardia que tenía el bebé, asintió varias veces con la cabeza (complementando el movimiento rítmico de la mano) y mientras seguía moviendo la cabeza dijo al guardia "Lo habrá partido con alguna hatcha", indicando así al guardia que cortaran al bebé en dos y diesen una mitad a cada mujer.

Inmediatamente, una de las dos comenzó a chillar de esta manera "Ni con la hatcha lo pudo partir! Ni con la hatcha lo pudo partir, hombre!" y llorando y rascándose las vestiduras declaró que prefería que se lo diesen entero a la otra mujer sin matarlo.

En efecto, contradiciendo la costumbre de la época no se rasgó las vestiduras, sino que se las rascaba de manera frenética, pues llevaba un vestido nuevo que le causaba cierto picor en la piel por alguna etiqueta que había en su interior, y no estaba dispuesta a romper una vestidura recién comprada y que había costado una cantidad nada despreciable de dinero.

El sabio rey indicó que diesen el hijo a la verdadera madre, la del vestido nuevo, y ordenó que se tomasen las medidas adecuadas para castigar a la otra. Sonriendo para sí dijo a media voz dirigiéndose al astrólogo real "ves – cir, ya sabía yo"

Pero el astrólogo no le oyó. Estaba demasiado ocupado leyendo el futuro en las cartas a uno de los guardias de la escolta.